Desde hace mucho tiempo, tengo una máquina para hacer pasta en casa. No creas que es de esos inventos caros que acumulas en algún rincón de la cocina. Es barata, sobre los 40 euros, y no por eso de mala calidad. Cada vez que la uso, los resultados siempre son exquisitos, la masa fresca siempre cumple todos sus objetivos y a los amantes de la harina nos da una sensación total de satisfacción. Tengo entre mis aperos de cocina también, un cortador de raviolis que compré una vez en una cajita preciosa con un libro de recetas y que siempre había querido usar hasta que se me ocurrió combinar lo dulce con la pasta fresca.
Si no cuentas con máquina, la opción es estirar con un rodillo la masa, de manera que consigas una plancha flexible y lisa que se pueda cortar con facilidad. Si tampoco tienes un cortador de raviolis, bastante con un cortapizzas o un cuchillo afilado y un tenedor para cerrar los bordes de ambas capas.
¿Nos ponemos manos a la obra?