El pasado verano fuimos a una cena genial, te lo contaba aquí. Tuvimos el placer de probar unas tapas espectaculares, pero fue aquella quenelle, como guinda del pastel, me conquistó por completo. Desde que probé este postre, quedé fascinada por su intenso sabor, un chocolate puro potenciado por el aceite de oliva y las escamas de sal. Después de eso, me lo he ido encontrando «casualmente» cada vez que he salido a comer fuera, o es imán o moda o un sabor que se queda para el recuerdo.